Por Antonio Sánchez Trigueros
Presidente de la Academia de Buenas Letras de Granada
Hace unos días la Academia de Buenas
Letras de Granada abrió en sesión pública los actos conmemorativos del
centenario del nacimiento del poeta Juan Gutiérrez Padial, nacido en
Lanjarón el día 24 de diciembre del año 1911. Este acto solemne no ha
sido sino una primera llamada al justo recuerdo de una gran personalidad
literaria del siglo veinte granadino y de una obra poética de grandes
valores, a la que queremos darle nueva vida entre los lectores y
resaltar sus vigentes sentidos contemporáneos para que nos pueda seguir
alumbrando en la manera trágica de sentir al ser humano. En uno de sus
versos memorables el poeta nos habló de su “certeza de alistarme en el
olvido”, y la Academia quiere romper esa certeza, porque juzgamos que su
poesía nos es absolutamente necesaria para seguir removiendo nuestras
conciencias: conciencia de nuestro ser y conciencia de solidaridad.
Hombre de recio carácter y voz
contundente, poeta-sacerdote cuyos versos van más allá de la imagen
convencional del clérigo-poeta, Juan Gutiérrez Padial, con un
sorprendente primer libro creativamente lorquiano, evangélico y gitano,
fue poeta del dolor, de la angustia, de la denuncia valiente, poeta de
ancho corazón, poeta amargo que nunca prescindió de la ternura y poeta
de las interrogaciones existenciales y de la esperanza y amor al ser
humano, pero nunca poeta de dulces palabras divinas. Sin duda fue un
poeta religioso, sí, pero religioso en el sentido etimológico que tiene
el verbo latino “religare”: búsqueda de asideros en la trascendencia y
en el reencuentro con el Ser Absoluto, en la que no rehuyó la queja
exigente ante las violencias contemporáneas del mundo y su historia:
“Tú, Señor, en tu cielo, tan lejano / callado como siempre, / o
haciéndote el dormido como siempre”.
Poeta dominador de la técnica y
materialidad del verso, poeta del romance luminoso, de magistrales
sonetos, del verso libre y del poema en prosa, del poema breve y del
poema de largo aliento, Juan Gutiérrez Padial fue un autor perfectamente
situado en la tradición clásica y en medio de la vorágine brillante de
la poesía española del siglo veinte; pero, más allá de ecos e
influencias y de su indudable incardinación epocal, con su verso firme
supo avanzar en originalidad verbal y en concentración temática,
ofreciéndonos una profunda poesía de raíces, singular, potente (de
“poderoso” lo calificó Antonio Enrique) y persuasiva, verbo siempre
portador de un mensaje universal que sigue removiendo acomodadas
pasividades.
Poetas de nuestra Academia, que lo
trataron personalmente y gozaron de su conversación, juicio y consejo,
entonces jóvenes y hoy reconocidos, glosaron en dicho acto de homenaje
su recuerdo inolvidable, su vivo dialogar en su retiro del Hospital del
Refugio y las lecturas de sus versos con los que de una u otra forma se
reconocen vinculados: así, Rosaura Álvarez, Antonio Enrique, Fernando de
Villena y Antonio Carvajal, que añadieron sentida pasión a sus
razonamientos y reflexiones.
Como el mejor homenaje al poeta consiste
en leerlo y hacer sonar y resonar su palabra entre nosotros, palabras de
entonces y de ahora, palabras de siempre, me permito ofrecer al lector
uno de sus vibrantes sonetos (del libro “Debajo del silencio”, 1966),
que sintetiza nítidamente su programa poético, vital y humano:
“Hablo porque me escuece la palabra / y
la certeza de saberme hermano. / Agria tengo la voz; rota, la mano / de
santiguar preguntas: ¿No hay quien abra / una estela de tierra en la
macabra / sonrisa de los muertos? ¿Será en vano / gritar a lo divino por
lo humano? / Mi lengua es una gubia que me labra / palabras de dolor,
de amor, de huida, / de silencios, de lágrimas, de lodo… / Busco a
tientas en mí, nombres y nombres / hasta llenar el libro de la Vida / y
en mis brazos pretendo atarlo todo / por la hermandad de Dios y de los
hombres”.
Sólo nos cabe esperar que las
instituciones implicadas y relacionadas con la figura de este importante
creador ofrezcamos más actos en su memoria, tal y como se merece quien
fue un gran poeta y un gran hombre.
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Palabras pronunciadas en un acto
conmemorativo del centenario del poeta, organizado por la Academia de
las Buenas Letras, de Granada, y celebrado en el Paraninfo de su
Universidad. Publicado inicialmente en el diario Ideal el día 30 de
marzo de 2011.