Lanjarón
recuerda los 81 años sin Federico cuando se cumplen 100 años de la primera
visita documentada de Lorca a La Alpujarra
La
era de San Isidro en Lanjarón se llenó de versos en el 81 aniversario de la
muerte del Poeta
La
Asociación Cultural Poeta Juan Gutiérrez Padial de Lanjarón organizó un
homenaje a Federico en la noche del 18 al 19 de agosto, madrugada de 1936, en la
que el poeta era fusilado.
Una
veintena de personas se dieron cita en la era de san Isidro para recordar los
81 años sin Lorca, leyendo, uno tras otro, palabras que habían escrito para la
ocasión, palabras para él de otros autores, o palabras suyas. Versos que fueron
alternados por notas musicales en su recuerdo.
Los
folios leídos fueron soterrados en cristal, bajo alguna de las piedras de la
era, que también cuenta a partir de esa noche con una placa de mármol de Sierra
Elvira con la inscripción: Noches con Lorca. El compromiso es realizar cada 18
de agosto este acto de homenaje íntimo, de memoria lorquiana.
En
este año 2017 están celebrando el Centenario de la primera presencia
documentada de Lorca en Lanjarón y la Alpujarra, que referenciara Ian Gibson en
su libro ‘Lorca y el mundo gay’. Un Centenario que suma ya numerosas
actividades, emociones e ilusiones y que se ha convertido en la proyección de
una excelente imagen cultural de Lanjarón y la Alpujarra, bautizada por Lorca
como “el País de Ninguna Parte”.
El
Centenario, organizado por la Mancomunidad de Municipios de La Alpujarra
Granadina y la Asociación Cultural Poeta Juan Gutiérrez Padial continuará con
actividades musicales, un ciclo de conferencias organizado por la catedrática
de la Universidad de Granada Amelina Correa y la presentación de un libro con
documentación inédita sobre Lorca que están preparando Fernando Rubio y Dori
Elvira Rodríguez.
NOCHE EN LA ERA
La luna no vino a la era con su polisón de nardos.
Solo las estrellas, muchas aquella noche,
aportaron su gota de luz a través de los agujeritos
de plata que hacía en el cielo la muletita del perro cojo de Benítez
Carrasco.
Acaso vino más tarde la luna a la era. Ya nos
habíamos ido. Pero ella no llega tarde nunca. Escoge su presencia cuando le
parece, aunque ignoremos sus razones. Nos las explican los sabios pero no les
hacemos caso los poetas o los humanos
sencillos que sabemos mucho de cabañuelas
y nada de cálculos elípticos planetarios. Pegados a la tierra como
caracoles, nuestras luces no alcanzan más alto que la copa de una ortiga o un
cardo.
Éramos como una veintena. Era la noche del 18
al 19 de agosto. Nos habíamos citado en una era milagrosamente conservada
después de treinta o cuarenta años en paro forzoso, tendida en redondez lunera,
expuestas a soles, rocíos y lluvias,
sus lajas pizarrosas contorneadas por juntas blandas de yerbecillas que las
compactan. La era culmina el sombrero de un cerrillo y, desnuda ante las
sierras del contorno y el horizonte marino del sur, contempla loa cuadros
luminosos del pueblo y escucha el rumor que desde el fondo del valle pregona el
río en su constante lucha erosiva contra las rocas de su cauce.
Creíamos, y lo seguimos creyendo, que la
soledad angustiosa que Federico tendría aquella noche, hace muchos años (para
qué una cifra), acaso podríamos aliviarla con nuestro mutuo sentir. Uno tras
otro, a la luz de alguna lamparilla, fuimos leyendo, con un inevitable
carraspeo de esparto mojado, palabras que habíamos escrito para la ocasión,
palabras para él de otras dolidas tintas, o palabras suyas derramadas por sus
versos sin par. Desde hacía meses, un poeta del pentagrama había ido poniendo
notas a algunos poemas lorquianos y aquella noche nos los fue cantando,
alternado con las otras sentidas palabras.
Una amiga previsora había preparado un
chocolate caliente que nuestra entraña agradeció porque las serranas noches
cañoneras no se olvidan de soplar, sierra arriba, un airecillo fresco que
enfría las cales de las paredes, los suelos de los campos y las pieles tostadas
por la canícula del mediodía. Para dejar constancia, se recogieron los folios
leídos para soterrarlos en cristal, bajo alguna piedra. Palabras enterradas y
escondidas, como los huesos del poeta.
.Alguien se había ocupado de sustituir una laja
del suelo por un trozo de mármol con una inscripción: Noches con Lorca. Mármol de Sierra Elvira, tierras de Federico,
asentado entre lajas pizarrosas de nuestro pueblo. Emotivo hermanamiento.
Todos se comprometieron (se lo prometieron a
Federico) a repetir el acto cada año, cada noche del 18 de agosto. Pablo, un
niño de 11 años, dijo: “Estoy empezando a estudiar música con un saxo. El año
que viene vendré a tocar algo…”
Las linternas le quitaban tropiezos al camino,
facilitando nuestra dispersión silenciosa. La luna seguía ausente, acaso
ocupada en iluminar a los que siguen buscando a Federico por tierras de Víznar
o Alfacar.
La era nos prometió esperarnos, soportando con
gusto un año más de quietud, ahora que sabe que no la olvidaremos y que le
hemos dado el cargo de guardián de nuestra memoria lorquiana.
Fernando Rubio
Presidente Asociación Cultural “Poeta Juan
Gutiérrez Padial”
En Prensa:
Granadaesnoticia: http://granadaesnoticia.com/lanjaron-recuerda-los-81-anos-sin-lorca/
MotrilDigital: http://motrildigital.com/2017/08/26/lanjaron-recuerda-los-81-anos-sin-federico-cuando-se-cumplen-100-anos-la-primera-visita-documentada-lorca-la-alpujarra/