miércoles, 28 de marzo de 2012

La Madraza. Intervención de Fernando Rubio


BUENAS TARDES. Es un verdadero honor tomar parte en esta mesa redonda en torno a D. Juan Gutiérrez Padial. Gracias a D. Antonio. Presidente de la Academia, por su amable invitación.

Entre mis humildes palabras de hoy irán intercaladas algunas de D. Juan recogidas de su libro Lanjarón, historia y tradición que serán como un adorno, como un jarrón de flores en medio de una habitación vacía, aunque, en este caso, cálida, templada por su recuerdo.

“¡Qué bien estás ahí y aquí, en mi alma, pueblo mío, sobre tu verde asiento escalonado! El tiempo no ha podido con mi recuerdo, centinela permanente de tu hermosura única
Te amaré eternamente. En cada flor o espina, en el jadeo incesante del cotidiano repechar –regato, sombra, brisa, sangre, sonrisa o lágrima – te alzarás tú, prolongando aquél primer abrazo tuyo hasta cortarme el aliento.”

Pero la vida, esa alcuza aceitera de pabilo encendido agotó su oleica reserva, dejó de prolongar aquél primer abrazo y le cortó el aliento para siempre, su siempre, su nunca.
Pero quedó él. Quedó el poeta. Se apagó la luz de su presencia pero quedó su recuerdo en la memoria de los que le conocieron, en la memoria nebulosa de ¡ay! los olvidadizos paisanos que le trataron.

Pero no se perdió su obra, impresa en renglones, libros y corazones. Su obra, que hoy ensalzamos en este acto. Su obra, que perdurará y que penetrará por otros ojos nuevos hasta corazones nuevos, ojalá para quedarse en ellos para siempre, para el siempre de la breve vida de cada uno. Su obra, constatadora de un pasado, transmisora de un sentir, elogiada en el presente y sembrada para ser fruto oloroso en el futuro.

“Hasta que se hizo la luz, y entendí la urgencia de atar en letra, para los que vendrán, lo que fue y ya no es sino recuerdo palpitante a punto de extravío, si la mano amorosa no engarza las cuentas.”

Las grandes obras arquitectónicas o revolucionarias, las conciben  unos pocos pero se realizan entre muchos. En cuanto a la obra de Gutiérrez Padial, somos unos pocos, casi todos aquí reunidos hoy en torno a su figura, quienes nos estamos ocupando de que el viento del olvido no barra la obra de D. Juan, quienes acaso soñamos con que nuestra iniciativa sea  consolidada por muchos algún día. Nosotros, unos, estudiando su obra, analizándola o haciéndola tema de una tesis doctoral o enmarcándola con sus doctos comentarios; otros, reuniéndonos para que, al hablar de ella, reciba un nuevo impulso en el conocimiento y reconocimiento general.

Yo soy uno de éstos, y lo digo con legítimo orgullo, haciéndolo extensivo a cuantos colaboran conmigo. Mis contertulios de hoy participan en un ensalzamiento con palabras forradas de sinceros sentires. A mí me toca hablar de mi participación en este ensalzamiento que nos ha traído hasta aquí.

“Lanjarón está ahí en su belleza plena, luminosa, estallante. El pueblo que me aceptó, cumplido y cálido, cuando arribé a la piel de esta manzana que llamamos Tierra.” Aquí me descargó un ángel sin consultarme. Mis vecinos, gentes creyentes, sencillas, sin fermento de malicia, me recibieron en apretado gozo de villancicos” (por ser el día anterior a la Nochebuena)

En Lanjarón se han dado diversos pasos para perpetuar la memoria de D. Juan. En vida, se instituyó un exitoso certamen anual de poesía que duró cinco años y del que ya ustedes tienen sobradas referencias; certamen que se suspendió por razones que no me corresponde a mí detallar.

En cada cumpleaños y durante años, D. Juan recibió copiosas cartas de felicitación de los alumnos de la escuela pública en la que Isabel Rubio les enseñaba a cultivar sus sentimientos.

“Perdido en otros caminos desgrané la dulce melodía aprendida de ti. Y me ausenté cantándote. Ahora, asomado a tu presencia sobre esta empinada distancia última, vengo a decirte mi adiós total. Un adiós tembloroso de días, de añoranzas, de tristezas…

Cuando se acabó su presencia en este mundo, sucesivas personas se ocuparon de poner su nombre a una calle, o de nombrarle Hijo Predilecto de Lanjarón. Hubiera sido imperdonable el olvido.

Y de hacer en su memoria un monolito junto al río, su río, su “Río anónimo”, que allí permanece, arrullado por el rumor de la inacabable conversación entre el agua que pasa y las piedras de su lecho que se quedan.

“¡Río Lanjarón! Mi río de por vida. Escriño de mis lejanos recuerdos mejores. Ahora y siempre, apretado racimo de dulces añoranzas, de un pretérito dichoso que no habrá de repetirse, por más que mueva y remueva en tu regazo de cristal.”


 Y otros se ocuparon de recoger sus versos en las cerámicas del frontis de alguna de las fuentes (pilares) que jalonan de canto y frescor las calles del pueblo.

Pero faltaba algo. Sus objetos personales, su obra inédita, sus originales, sus escritos, en fin. Todo eso que queda como rastro de nuestro paso y que en su caso no estaba abandonado pero sí disperso. Surge la idea de reunirlo todo y a ello me puse. No estaba solo. Tenía a mi lado a mi mujer, Adoración Elvira, con su prudencia, su consejo, su buen hacer, y contaba con algunos amigos del pueblo. Había que hacerlo y hacerlo bien.

Primer paso: constituir una Asociación Cultural que llevara su nombre. Tras asesoramiento legal, papeleo oficial y amigos (Baltasar, Manoli, Paco Luís, Jorge, Juanjo) que se prestan a formar una Junta Directiva, quedó formalizada y registrada legalmente la Asociación Cultural poeta Juan Gutiérrez Padial.

Mientras, D.ª Rosaura Álvarez, la alumna predilecta de D. Juan, nos da todo su apoyo y entusiasmo. Nos remite a diversas personas, entre ellas, cómo no, a D. Antonio Sánchez Trigueros. Ni que decir tiene que su acogida fue inmejorable. Hasta nos promete que la Academia de las Buenas Letras tomará cartas en el asunto y le organizará un homenaje. Promesa que escrupulosamente se cumplió poco después y que se amplía al acto de hoy y a otros futuros.

Mientras, el entonces alcalde de Lanjarón D. Mariano Ruiz, se entusiasma con la idea y pone a nuestra disposición una casa rehabilitada en el lugar más típico del pueblo, el barrio Hondillo, precisamente el barrio en el que vio la luz y vivió sus infantiles años nuestro poeta. Y cerca de su casa, además.

La cosa marchaba viento en popa. Ya tenemos Asociación, ya tenemos sede, ya tenemos socios que nos apoyan…

Pero esa sede no podía ser sólo el lugar en que unos amigos asociados pudieran reunirse. Había que darle contenido. No llevaba el nombre de D. Juan porque sí. Había que hacerla domicilio de su memoria.


Y emprendemos  contactos, conversaciones, con quienes pudieran tener cosas suyas que quisieran depositar en nuestra sede, constituida desde entonces en archivo de su memoria.

Realizamos el más importante contacto a tal fin: con su familia directa, su hermana D.ª Ana y, por sugerencia de ella misma, con su hijo Javier y su esposa Susana. Les agrada la idea y enseguida se comprometen a entregarnos cuantos recuerdos guardan de su hermano, de su tío: cuadros, objetos, carpetas, libros y más libros… Otro paso adelante más, otra alegría

Nos aparece otro contacto: D. Juan Gregorio Avilés, antiguo amigo de D. Juan y depositario de algunos documentos que el propio D. Juan le entregó para su custodia. Y él, después de todos los asesoramientos que creyó oportunos, con la lógica precaución de asegurarse de la formalidad de nuestra Asociación, también accede a entregarnos tal legado y nos enriquece así el conjunto. Bien. Otro éxito.

Y seguimos. Ya teníamos el qué y el dónde. Pero la sede sólo tiene paredes que nos hemos ocupado de pintar, de blanquear, como se dice en el pueblo. Faltaba colocar allí el material recibido en una disposición que lo hiciera visible, visitable, “exponible”, si me permiten el “palabro”. Necesitábamos estanterías, amueblamiento, cuadros, vitrinas, mesas, iluminación…  Nuestra Asociación carece absolutamente de medios. No tiene cuotas mensuales. Sólo cuenta con alguna donación de alguna empresa del pueblo o con el compromiso contractual de mantenimiento por parte del Ayuntamiento. Nada más. La cultura, la poesía, ha sido tradicionalmente ocupación generadora de debilidades económicas (Lope de Vega, Cervantes, Bécquer, León Felipe, Gabriel Celaya, Panero, Benítez Carrasco)… Nosotros no podemos ser menos…

Una ilustre cañonera nos resuelve el problema. ¿Cañonera?, dirán ustedes. Sí, es que los nacidos en Lanjarón tenemos ese patronímico adoptado desde que andaban por aquí las tropas napoleónicas de nefasto recuerdo. Pero no me entretengo explicándoles la relación con eso del  patronímico. La citada ilustre cañonera, Dª Teresa Jiménez, actual presidenta del PSOE granadino, con su mediación consigue que el museo  Arqueológico de Granada nos entregue, a modo de depósito, unas vitrinas que ya no les son útiles pero que a nosotros nos parecen maravillosas y que no hubiéramos podido tener nunca, ni nada parecido. Otro éxito. Ya tenemos nuestra sede suficientemente dotada del adecuado amueblamiento para exhibir el material reunido.

Como se da la agradable coincidencia de que el año 2011 era el centenario del nacimiento de nuestro poeta, se hace del archivo una inauguración oficial en la que toman parte las corporaciones municipales saliente y entrante, con participación de la prensa, y un acto poético – musical en la sala de fiestas del balneario, con asistencia de ambas corporaciones,  agüistas, socios, cañoneros, etc.  Otro éxito.

La Asociación Cultural poeta Juan Gutiérrez Padial acaba de poner a la venta los ejemplares numerados de la segunda edición de su libro Lanjarón, historia y tradición, cuya primera edición estaba agotada. Y estamos en el empeño de organizar en el pueblo diversas actividades culturales que son nuestra razón de ser. Ya llevamos algunas.  

Está en manos de la Concejalía de Cultura de Lanjarón la erección de un monolito en homenaje a nuestro poeta en un estupendo mirador que, seguro, complacería al propio D. Juan. Pronto se inaugurará.

Y allí está, señores, en Lanjarón, el Archivo de los recuerdos personales, de la obra editada o inédita, que hemos podido reunir en memoria de D. Juan. Allí está, cerca de las traviesas correrías del niño Juanillo. Allí está todo, guardado, custodiado, cuidado y a la disposición de quien quiera acercarse a su contemplación. No es un museo permanente, pero es un archivo dispuesto para que, previo contacto con la Directiva de la Asociación, pueda ser visitado. Y pueda ser centro de documentación y estudio de todo lo que allí está depositado.
Tiene su blog en Internet. Asociación Cultural de Lanjarón, Juan Gutiérrez Padial.

Aprovecho la oportunidad para decir a los presentes que la esperanza de recoger cosas de D. Juan sigue abierta y que invito a quien de ustedes tenga algo que pueda entregarnos, se anime a hacerlo. Lo recibiremos muy gustosamente y en el archivo quedará depositado, enriqueciendo el legado.

Y termino como empecé, con unas palabras de D. Juan para su pueblo, tan querido, tan portado en su alma:
“¡Quién pudiera caer de nuevo en la blanda tibieza de tu regazo, pueblo mío, y cantarte otra vez como al principio!
“¿Dónde queda oro para comprar la dulzura creciente de tus amanecidas, torrente de claror por el moruno laberinto de tus callejas sonámbulas?”

GRACIAS.

 
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