jueves, 18 de agosto de 2022

En la era con el viento

 

                                                                    El vientohombrón la persigue

                                                                      con una espada caliente

 

            El viento del oeste nos incordiaba

            constante, molesto, insistente.

           

            No nos dejaba oírnos. Peleaba por quitarnos los papeles de las manos, las palabras de la boca. No era potente para arrastrar una silla pero era incordiante como grupo de moscas de finales de verano.

            Allí estábamos: en nuestro común sentir por la ausencia secular de Federico. Cada uno dijo, leyó, su sentir. Molesto por tener que mantener una pelea verbal con el viento.

            No, la luna no vino a la era a traernos sus reflejos de plata ni a calmar con su presencia los solpidos de Eolo. Estaría ocupada en otros menesteres más importantes. O acaso huyendo de los gitanos de la fragua, con un niño de la mano.

            Entre las presencias se notaban las ausencias de los holandeses Vim y Ayna, o de los jóvenes hermanos Elvira, esperanza de futuro, o del jovencísimo poeta Saúl… Pero las nuevas presencias de tres voces cañaretas y algunas otras, con las de los fieles desde el primer día, dieron al acto una solidez futura segura. Y alguna presencia más nos llenó de satisfacción: Eduardo Castro y su esposa Reyes. Su valor personal, su apoyo a la Asociación, sus hermosas palabras antiviolencia, antivenganza, su insistencia ejemplar con su “No se ha muerto: lo han estado matando, matando que nos dejaron un puño en el estómago… El viento seguía su pelea y consiguió la retirada de alguna voz con guitarra pero no pudo con la guitarra y la voz de J.A. Ramos. Sí consiguió una lamentable urgencia de final por sus ráfagas demasiado frescas…¡Con lo bien que nos hubieran venido en las tórridas noches precedentes! Daban ganas de gritarle: ¡inoportuno!... ¡Vade retro!

            Ana Vega fue la estrella de la noche. Primero, recitando con la energía de su joven voz. Al final, con una sublime tarta de dioses

            Los que nos quedamos unos minutos revisando olvidos o cerrando verjas podemos asegurar que en esos momentos, de pronto, desapareció el viento. Ni siquiera se convirtió en “…una brisa triste por los olivos”… Se fue de pronto. ¿Victorioso, derrotado? No sé. Ojalá no vuelva.   

 

                                                                                      17 de agosto 2022

 

 
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